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Las fuentes de energías no renovables son aquellas que se encuentran en una cantidad limitada en nuestro entorno. Es decir, que una vez que las terminemos por consumir, no podremos seguir disfrutando de ellas porque no se renuevan ni regeneran. En el lado opuesto encontramos las energías renovables: provienen de fuentes inagotables, como el aire, el sol, el agua…

En cuanto a las energías no renovables, encontramos dos grupos principales:

• Combustibles fósiles. En concreto, hablamos del petróleo, el gas natural y el carbón. Estos son energías convencionales, ya que tienen un uso extendido por todo el mundo. Producen gran cantidad de energía, pero como consecuencia también provocan daños ambientales como el efecto invernadero o el aumento de las temperaturas del planeta.
• Energía nuclear. Este tipo de energía proviene de la desintegración de los núcleos de algunos átomos. Algunas de las ventajas de este tipo de energía es que su generación es limpia, su producción es constante y es económica. Sin embargo, como todo, tiene desventajas como la compleja gestión de sus residuos o la peligrosidad cuando ocurren accidentes.

No podemos olvidar la aparición de nuevos tipos de energía que, aunque tampoco son renovables, están más cerca de serlo. Nos referimos a los biocombustibles, originados a partir de la mezcla de sustancias orgánicas.